Las ocho hijas del leñador

Un cuento inédito de mi compadre, Hugo Rafael Marichales Velásquez «El Cuentador»

Había una vez un leñador. Y como en todo cuento que se precie, era viudo, muy pobre y tenía ocho hijas a las que ya no sabía cómo alimentar, porque entonces el precio de la leña estaba por los suelos.

Un día el leñador les dijo:

– Hijas mías, pronto habrá una fiesta en palacio. Deben ir, pues el príncipe escogerá como esposa a la más inteligente de las jóvenes que asistan.

Lo que no sabía el leñador es que el reino estaba casi en la quiebra. El Rey, por recomendación de su consejero, había consentido en financiar una aventura de un inversionista extranjero, un tal Alí Babá. Éste y unos amigos suyos se habían llevado las joyas reales, diciendo que había que comprar armaduras, escudos y cosas por el estilo, prometiendo regresar con más riquezas para gloria del Rey. Pero no habían vuelto y el tesoro estaba prácticamente agotado.

– Ya sé –pensó el Rey–. Si mi hijo el príncipe se casa, entonces invitaremos a mucha gente y enviaremos una tarjeta que diga: “su presencia es suficiente, pero si pueden obsequiarnos joyas o algunos cientos de monedas de oro, mejor”. Así obtendremos nuevos recursos.

Llegó el día de la fiesta y las ocho muchachas, que se llamaban Idioma, Cifra, Espacio, Canción, Danza, Amistad, Reflexión y Natura estaban en palacio. De hecho eran las únicas que estaban allí, porque el consejero, que era un chismoso insoportable, había regado el rumor de que el Rey lo que estaba era buscando respaldo popular para aumentar los impuestos. Además, para sabotear los planes reales, había organizado una fiesta paralela con el grupo Los Condes del Ritmo, muy de moda en aquel entonces.

Viendo a las hermanas, el Rey dijo:

– Bueno, estas son las que llegaron; tendremos que escoger entre ellas –mientras el Príncipe le hacía ojitos a una chica que trabajaba en la cocina, una morena muy linda por cierto.

– Haremos un concurso, una especie de Miss Princesa, para saber cuál es la más inteligente –agregó el Rey, pegándole con el cetro en la cabeza al Príncipe para que pusiera atención.

Entonces habló Idioma:

– Hola, me gusta mucho hablar. Puedo usar las palabras eficazmente en forma oral o escrita, tengo habilidad para la sintaxis, la fonética, la semántica, los usos pragmáticos del lenguaje y me sé unos cuantos trabalenguas.

A continuación vino Cifra:

– Cuánto gusto. A mí me interesan los números, el pensamiento abstracto y la precisión. Puedo calcular, cuantificar, clasificar, organizar, hacer estimaciones con base en datos, y mi hobby es resolver acertijos.

Luego fue el turno de Espacio:

– ¡Qué hay! Me encanta dibujar. Soy muy buena para pensar en imágenes, crear representaciones visuales y espaciales, decorar, combinar colores y pinto unos cuadros espectaculares.

Después llegó Canción:

– ¡Ta ran! Yo adoro la música. Toco muchos instrumentos, tengo sensibilidad al ritmo, al tono, la melodía o el timbre de cualquier pieza musical y canto muy bonito.

Siguió Danza:

– ¿Cómo está el movimiento? Yo tengo habilidad para los deportes, gestos, lenguaje corporal, coordinación, equilibrio, destreza, fuerza, flexibilidad y velocidad, y bailo sensacionalmente.

Después habló Amistad:

– ¿Cómo se sienten? A mí la gente me fascina. Puedo establecer relaciones con otros fácilmente, respetarlos, comprender su perspectiva y trabajar en equipo; ah, y tengo muchos amigos.

Reflexión comentó:

– Saludos. Yo sé lo que quiero. Estoy clara con mis sentimientos, juicios, creencias, ideales, intereses, fortalezas, debilidades, valores y aspiraciones. Puedo fijarme objetivos precisos, tengo gran autoestima y hago yoga.

Finalmente Natura dijo:

– ¿Todo bien? Lo mío es el entorno. Puedo distinguir, clasificar y utilizar elementos del medio ambiente, reflexionar sobre ellos y reconocer patrones y pautas. Además me gustan las plantas y los paseos al aire libre.

Entonces el Rey exclamó:

– ¡Qué desgracia! He aquí ocho jóvenes tan inteligentes que no sé a cuál escogería para esposa de mi hijo, y él sólo está pendiente de la hija de la cocinera.

Entonces el leñador se aproximó al rey y le dijo:

– Mire mi Rey, tal vez lo que usted necesita es un nuevo gabinete; escuche…

Después de aquella conversación, el Rey decidió despedir al antiguo consejero y contratar a las hijas del leñador como asesoras.

Idioma se hizo escritora y abogada, y le escribió discursos interesantísimos y nuevos decretos muy acertados.

Cifra se hizo administradora y comenzó a manejar las finanzas del reino.

Espacio se volvió arquitecto y remodeló todo el palacio y sus jardines.

Canción estableció una orquesta y junto con Danza, organizaron una escuela de música, baile y deporte, que hasta clases de minuetoterapia tenía.

Amistad era la relacionista pública y desarrolló una campaña para mejorar la imagen del Rey y ampliar su círculo de amistades.

Reflexión se hizo cargo de la planificación y fue la asesora personal el Rey en temas de auto-desarrollo.

Natura se encargó de las siembras, cosechas y proyectos agrícolas.

Y así el reino se volvió tan atractivo, que la prosperidad regresó y todos estuvieron muy contentos. El príncipe pudo casarse con la hija de la cocinera y el leñador ¡se casó con la cocinera! que también era viuda, de manera que ya más nunca tuvo problemas de alimentación.

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One Response

  1. Buenisimo tu cuento Adrian, la combinacion de elementos que usas y los contextos antiguos y actuales le dan un toque unico de alegria y sapiencia. No te conocia como cuenta cuentos, felicitaciones

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