En general, las personas tienen miedo de reconocer las alucinaciones porque inmediatamente las ven como un signo de algo horrible que sucede al cerebro, mientras que en la mayoría de los casos no lo son. – Oliver Sacks
Los grandes avances de la neurociencia, han permitido conocer los mecanismos que hacen posible aprender, recordar y grabar la información de manera permanente en nuestro cerebro.
El estudio exhaustivo de este órgano, ha permitido conocer, por ejemplo, que la información que percibimos por medio de cualquiera de nuestros sentidos, pasa a través del sistema límbico, antes de ir a la corteza cerebral, donde tienen lugar los procesos mentales y cognitivos.
El sistema límbico, produce respuestas emocionales como el miedo, la alegría, la ira o la tristeza. Además, en su interior, se encuentra la amígdala, que es una de las estructuras más primitivas del cerebro y en la cual se activan circuitos de neuronas precisos que permiten actuar efectivamente ante eventos que son determinantes para la supervivencia (amenazas y peligros) o ante estímulos placenteros; por lo tanto, agilizan el aprendizaje de las conductas vitales en el caso de las amenazas y el desarrollo de habilidades que permiten la resolución creativa de problemas en el caso del placer.
Es ese tránsito de la información por el sistema límbico antes de ingresar al neocórtex, lo que hace que las funciones intelectuales y cognitivas (pensamientos, ideas, atención y memoria), están determinadas por las emociones.
Si un individuo experimenta emociones placenteras, su disposición a aprender será mayor y el aprendizaje será más efectivo. Emoción y cognición van de la mano, se interrelacionan entre sí y esa interrelación da como resultado un cambio conductual, que es la mayor evidencia de que el aprendizaje ha ocurrido.
La comprensión de la relación existente entre el cerebro, las emociones y el aprendizaje, nos da luces sobre la importancia de crear entornos de aprendizajes atractivos, de calidad, agradables, nutritivos y que promuevan la curiosidad, la creatividad, los desafíos y las experiencias significativas. Estos espacios hacen posible que las personas experimenten emociones positivas que su vez, favorecen la concentración, la motivación, la activación y disposición a aprender.
Es por ello, que el compromiso de los docentes debe estar dirigido a la búsqueda de las mejores estrategias de aprendizaje que tenga como eje central esos tres componentes, a fin de que nuestros estudiantes desarrollen todo su potencial y hagan del aprendizaje una experiencia significativa, gratificante y motivante.
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