«El más largo aprendizaje de todas las artes es aprender a ver.»
– Jules Gouncourt
El valor de aprender: Me encanta aprender, y me entusiasma educar, son parte de mi misión de vida: Contribuir a la felicidad de las persons a través del aprendizaje transformador.
Mis primeros educadores fueron mis padres: Millie y Armando León, y algunos excepcionales familiares como mi Tata y Auxilio. Luego vino la Sra. Chepita en el kindergarten, quien me enseñó la matemática y la aritmética a esa temprana edad, y que dejó huella indeleble en lo que hoy soy. Pasé desde la casita de la escuela preescolar al Colegio “san Luis Gonzaga”, de mi Maracaibo natal, que quedaba en la avenida “Las Delicias” y luego se mudó a la avenida “El Milagro” al lado del Hotel del Lago, y que me forjó como hombre católico que soy.
El Gonzaga me influye en todo: en el interés por las artes y por las ciencias. Soy cantante porque que inicié desde muy niño mi formación con Luis Arconada Merino, mi modelo de educador, dechado de virtudes, quien además me influyó en el interés por el conocimiento enciclopédico, por la historia y la literatura universal, la poesía, la música barroca y la clásica, la ópera y la zarzuela, y el canto coral. Arconada marcó mi existencia, y hace que hoy mismo me disponga a incrementar mi nivel de dedicación al estudio y el cultivo intelectual, para honrar su memoria.
Todos los docentes de El Colegio, desde las hermanitas de Cristo Rey, los maestrillos y novicios, los curas y demás profesores laicos de esa gran casa de estudios, hasta los choferes de los autobuses, me hicieron valorar el conocimiento universal. Cultivé en sus aulas mi interés crítico en la cinematografía, en viajar y conocer el mundo como lo comencé a hacer con mis padres y lo continué en el club excursionista, en observar la naturaleza con el profesor “Daktari”, en el teatro y demás artes escénicas, el estudio de la historia y geografía de mi país y del planeta, el desarrollo de la memoria y el gusto por escribir. El interés por los idiomas y el conocimiento de otras religiones, también tuvieron incentivo en esos salones de clase.
Mis maestras y profesores de matemáticas me hicieron desde temprano deleitarme por la magia de los números. No es menor mi deleite por la botánica, la biología, la mineralogía, la física y un poco menos por la química, y ello se debe a los excelentes docentes que nos educaron en esas materias.
Las fiestas rectorales, la banda marcial, el coro del Gonzaga y sus uniones con los coros de los colegios de mujeres: El Zaragoza, El Pilar, La Merced, La Presentación y la Epifanía, los cuales me permitieron cultivar amistades con muchas chicas, muchas de las cuales siguen en mi corazón y en mi mente, por su encanto y su belleza.
Los actos culturales fueron caldo de cultivo para el desarrollo de mi competencia en el liderazgo y la capacidad de oratoria y de hablar en público que hoy sigo cultivando.
El Padre Mora todavía me cuida y lo hizo con mi hermano Armando José hasta que se marchó. Mora es como hermano nuestro, pues mis padres así lo amaban, El padre Franco fue siempre un gran guía espiritual. A ambos los amaron nuestros padres como familia.
Mis compañeros de clase desde primer grado están pendientes de mí como yo de ellos. Así no nos veamos, sabemos el uno del otro. Gracias al Facebook y al WhatsApp estamos ahora más en contacto, y tengo la lista de clase de mi promoción y su fotografía a mano, para garantizar que me acuerdo de sus nombres y apellidos (y claro de sus sobrenombres), y asegurar de ese modo que no desaparezcan en mi memoria por los sobrenombres que todos teníamos, y que hace que a veces dude de mi recuerdo de los personajes.
En el Gonzaga hice mis primeras amistades femeninas, y a todas las recuerdo, hermosas y lindas personas. Hubo hasta quien me rompió el corazón y quien me besó inocentemente sin saber que atesoraba ese momento como único.
Mi colegio me hizo valorar el aprendizaje y me inspiró a seguir mi carrera como educador. Hoy les agradezco con estas palabras a todos los involucrados. Les pido que, si hay alguno de mis hermanos «gonzagas» que lea este artículo, le comente a algún otro para que mi gratitud llegue a varios de ellos.
¡Somos Gonzagas valientes!