La palabra bien dicha

El significado de lo que digo

“Dóciles al prejuicio inveterado de que hablando nos entendemos, decimos y escuchamos de tan buena fe que acabamos muchas veces por mal entendernos mucho más que si, mudos, procurásemos adivinarnos”.

– José Ortega y Gasset

Somos responsables no sólo de lo que decimos, sino también de lo que escuchamos, y por si fuera poco de lo que hacemos cuando escuchamos.

Hablamos un idioma, y cada uno de quienes hablamos ese idioma, hablamos un idiolecto, o sea la forma de hablar característica de cada persona. Nuestro idiolecto nos permite comunicarnos con otros, pero también lo complica por ser único, nuestro. Sólo yo me comunico como yo me comunico, es como mi huella digital. Expresa mi manera de ser, de pensar y de actuar. Muestra mi cultura, mi historia, mis gustos, mis necesidades.

Cada quien posee su propio idiolecto, y a veces varios, dependiendo del idioma o dialecto que hablemos, y que nosotros convertimos en una particular manera de expresarnos. Incluso si cambiamos de interlocutor, muchas veces cambiamos de idiolecto. Si es mi familia o un extraño, si es un compañero de trabajo o un competidor, si es un adulto, un viejo, una persona de otro género o un niño, en cada caso viviremos cambios en nuestro idiolecto que adaptamos a cada situación.

Cada palabra es representada en la mente, la emoción y el cuerpo da cada persona de manera diferente. Lo que es amor para mí no es lo mismo para más nadie en el mundo, lo que es una esponja, un catre, los Beatles, un ornitorrinco o un triquifliqui, es para cada quien una palabra diferente. De cierta manera “teñimos” las palabras con nuestros filtros personales.

Interpretamos cada palabra de nuestro vocabulario, cuando la escuchamos, según una paleta de amplio colorido y variados blancos, negros y grises.

Recuerdo que mi amiga Wanda, que me contaba que cuando llegó a Venezuela se montaba en los buses, y escuchaba a la gente que hablaba en español o algo como español que hablamos nosotros y ella, que no hablaba este idioma sino polaco, intentaba comprender lo que escuchaba, y lo que hacía era divertirse pues muchas palabras tenían sonidos similares a algunas palabras de su idioma natal, y claro tenían un significado que no era en nada parecido al de la palabra que pronunciaban su acompañantes del autobús. Desde entonces juego a esto con mis paseos en países de idiomas que me son extraños.

Tenemos la fantasía de que hablamos acerca de lo mismo que escuchamos a los demás, porque lo hacemos en el mismo idioma. Creo que a veces el compartir el mismo idioma nos confunde. Cuando conversamos con otro o con otros, cada quien dice sólo lo que dice, y los demás cada quien escucha sólo lo que escucha, y nada más.

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Estoy formado profesionalmente y se me considera un experto en Aprendizaje Organizacional

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