“Casi todas las cosas buenas que suceden en el mundo, nacen de una actitud de aprecio por lo demás”.– Dalai Lama
Aprendí a apreciar a mi amigo Jack Canfield (www.jackcanfield.com) desde hace muchos años, a través de la lectura de sus libros Best Sellers, “Sopa de Pollo para el Alma”, un éxito editorial sin precedentes.
Hoy este autor maravilloso me inspira a escribir este artículo, en el cual quiero mostrar aprecio hacia tantas personas que han hecho posible que al finalizar el año, pudiera decir que ¡fue un buen año!
Normalmente un artículo como éste se escribe y publica a fines del año, pero decidí escribirlo ahora que nadie lo espera, para que sea sorpresa, y además para tomarme el tiempo de hacer el balance, luego de pasadas las festividades decembrinas, que llenan los espacios con manifestaciones similares.
Lo primero que deseo es agradecer a Dios por todas sus bendiciones para mí y mi querida familia. Mi fe es cada vez más fuerte.
Me quiero agradecer el haberme mantenido fuerte ante las dificultades, desoyendo las voces agoreras que atacan la estima, y muestran desprecio por lo que hacemos.
Agradecerle a mi familia que siempre está a mi lado, en especial a mis hijos preciosos que me apoyan y me muestran que son mucho mejores que yo, y que me exigen que siga adelante con lo que hago bien, y corrija lo que no hago como es debido.
A mis lectores, por leerme en todas mis redes y publicaciones. Mis artículos son leídos por personas maravillosas en diversos países, y me hacen llegar algunos su opinión y crítica, y otros me demuestran que me leen por los comentarios que me hacen al encontrarnos.
A mis colaboradores en la empresa donde cumplo mi misión de “Contribuir a la felicidad de las personas a través del aprendizaje transformador”. Están a mi lado y me hacen sentir orgulloso de su lealtad y compañerismo.
Mis amigos de antaño siguen siendo los mismos, y cada vez se acercan más.
Los verdaderos amigos han sabido estar a mi lado en los momentos difíciles, y me hacen sentir orgulloso y agradecido por su nobleza.
A mis socios de aprendizaje, por desafiarme en mis habilidades, para contribuir a que cultiven sus espíritus y las competencias laborales y personales con las cuales busco contribuir a desarrollar.
El aprecio que les expreso me fue dado por otros, y para que tenga más poder debo compartirlo. No es de segunda mano, pues al pasar por mí soy el primero en sentirlo.
Me toca desarrollar la habilidad de mantener lo que Canfield llama el “estado de gratitud”, que es un estado de amor. Es un hábito que he construido, pero que para que se haga rutinario y generativo debo seguir mostrando aprecio por todos.
Te invito a mostrarle tu aprecio a quien limpia, a quien recoge la basura, a quien te sirve la comida, al taxista, el cartero, al mesero, al cajero, a la enfermera, muestra tu aprecio sobre todo a quienes poco lo reciben porque su trabajo no se ve, no es notorio, no es una persona que está muy expuesta.
Di las palabras de aprecio, muéstralo, hazlo sentir. Dale una palmada e el hombro y muestra una sonrisa de agradecimiento a cualquiera que se cruce en tu camino. ¡Gracias!
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